Autor: Deborah Harkness
Editorial: Suma de letras
Páginas: 790
ISBN: 978-84-8365-219-0
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta.
Sinopsis: En el corazón de la Biblioteca Bodleiana de Oxford, la apasionada
historiadora Diana Bishop se topa en medio de sus investigaciones con el
manuscrito identificado como Ashmole 782. Descendiente de un antiguo linaje de
brujas, Diana intuye que el manuscrito está relacionado de alguna manera con la
magia, pero no quiere tener nada que ver con la brujería. Y después de tomar
algunas notas sobre sus curiosos dibujos, lo devuelve sin perder más tiempo a
las estanterías. Lo que Diana no sabe es que se trata de un manuscrito
alquímico que ha estado perdido durante siglos y cuyo descubrimiento ha desencadenado
que hordas de daimones, vampiros y brujas salgan a la luz de las salas de
lectura de la biblioteca.
Una de esas criaturas
es Matthew Clairmont, un enigmático genetista, amante del buen vino y vampiro
milenario, cuya alianza con Diana se hará progresivamente más íntima y poco a
poco surgirá entre ambos una relación que hará tambalear los tabúes asentados
desde hace tiempo en un mundo secreto y encantado.
Mi opinión: Cuando comencé a leer este libro, me dio la impresión de que
tenía un gran parecido con la historia de Crepúsculo, pero estaba muy
equivocada. Sí, hay una historia de amor prohibida entre un vampiro y una bruja, pero la aparición de la orden de
los caballeros de Lázaro y los manuscritos alquímicos le aporta un carácter
medieval a una novela ambientada en pleno siglo XXI, lo que hace que la
historia dé un giro inesperado. También la aparición de los daimones, que es
una especie de mezcla entre brujas y humanos, le da un toque especial. Tengo
que reconocer que estas criaturas me han sorprendido, sobre todo Sophie.
En cuanto a los
sentimientos y sensaciones que hay en esta novela, me llegaron por completo. Me
envolvieron tanto que incluso yo misma sentí frustración con Diana cuando no
podía usar sus poderes, el amor que profesaba a Matthew o las sensaciones que
tenía al ser observada por otra criatura.
Por último, me gustó
mucho el detalle de la casa encantada (ya me gustaría a mí tener una así) y la
gata negra de la tía de Diana. Incluso las brujas del siglo XXI deben conservar
sus tradiciones, ¿no es así?
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