jueves, 9 de febrero de 2012

Reseña "La caída de los sueños"


Autor: David Jiménez Moreno
Editorial: Ediciones Atlantis
Páginas: 287
Encuadernación: Rústica con solapas
ISBN: 978-84-15449-20-1
Sinopsis: Con la Guerra Civil Española a la vuelta de la esquina, Jaime asiste al inexplicable suicidio de su padre. Debido a un peculiar objeto que hereda tras la muerte de su progenitor, indagará en un enigma milenario oculto bajo el suelo de su municipio. Un municipio aterrado por una serie de continuos y misteriosos asesinatos que parecen no tener fin. En su búsqueda por hallar respuestas, Jaime descubrirá aspectos que desconocía de él mismo y que le llevarán a contradecir los convencionalismos de la sociedad de los años treinta. Lo que añadido a una serie de varapalos con los que le golpea el destino, le obligará a iniciar una lucha titánica por salir adelante que pondrá en jaque su propio raciocinio.



Mi opinión: Tras el extraño suicidio de su padre, la vida de Jaime, su hijo mediano, cambia para siempre. Decidido a investigar la muerte de su padre y a descubrir al artífice de los misteriosos asesinatos que se están produciendo en su localidad, Jaime se embarcará en una arriesgada empresa llena de misterio, sospechas y traiciones que amenazan con acabar con la cordura de la protagonista.

 Esta novela me ha cautivado desde las primeras líneas. Está ambientada en España, cuando está a punto de estallar la Guerra Civil. Ese es un detalle que me ha gustado mucho. La trama de sospechas y misterio que nos presenta el autor engancha mucho, te mantiene pegado al libro desde el principio hasta el final, porque los misterios no se van resolviendo según avanza la historia, sino que se van volviendo cada vez más complicados y enrevesados.

 El desarrollo de los personajes es increíble, sobre todo el psicológico. Los personajes están dominados por sus instintos más primitivos, y su mentalidad va evolucionando muchísimo a lo largo de la historia. David nos muestra la realidad tal y como es, con personajes muy cercanos y muy reales que nos enseñan lo enrevesada y retorcida que puede ser la mente humana en ocasiones.

 Otro punto que ha tratado el autor en este libro es la homosexualidad, tema tabú en aquella época. Me ha sorprendido ver un libro que no cuenta con el típico amor entre chico y chica ni el triángulo amoroso que se ha puesto tan de moda últimamente en la literatura juvenil. Así que esto cuenta como punto a favor.

 El final ha sido muy inesperado. Yo ya iba creándome una idea cuando estaba llegando a las últimas líneas pero aun así me ha sorprendido por su crudeza y su originalidad.




Agradecimientos a Ediciones Atlantis por el ejemplar.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Reseña "Shinen #1: La llave de las dimensiones"


Autor: J.D. Fernández
Editorial: Ediciones Atlantis
Páginas: 380
Encuadernación: Rústica con solapas
ISBN: 978-84-15449-03-4
Sinopsis: Shinen cuenta la historia de Kain, un joven de diecisiete años con una vida normal y aburrida, quien un día, trabajando en la tienda de antigüedades de su abuelo, recibe un paquete sin remitente. En su interior encontrará un extraño colgante y una esfera de cristal rojiza, que harán que Kain viaje a un universo repleto de magia y seres fantásticos. En este mundo descubrirá que la esfera de cristal es uno de los ocho shinen que existen y que le ha proporcionado extraordinarios poderes mágicos, convirtiéndolo en un elemental y en el elegido de la antigua profecía. Allí conocerá a Asha –una elemental como él-. Y a Nero –que le enseñará como usar sus nuevos poderes-. Para poder regresar a su planeta, deberá cumplir la profecía y para ello tendrá que vencer al mago negro que intenta apoderarse de los ocho shinen y liberar a un poderoso mago negro de la antigüedad, encerrado en una dimensión oscura y de la cual solo Kain posee la llave para liberarlo. A las órdenes del cónclave, se establecerá un consejo formado por los doce magos blancos más sabios y poderosos. Kain tendrá la misión de recuperar los shinen perdidos, escondidos hace siglos en los lugares más remotos de Kareshia, lugar donde la fantasía cobrará vida haciéndose realidad.


Mi opinión: Un libro fantástico, donde la magia puede hacer realidad cosas que ni siquiera podrías imaginar. El autor nos transporta a un mundo de leyenda, Kareshia, habitado por diferentes razas y seres extraños. Kain llega a este mundo, debido a un colgante y una esfera de cristal que recibe cuando está trabajando en la tienda de su abuelo. ¿Su misión? Recuperar los shinen perdidos y derrotar al temible mago negro. Pero no está solo, cuenta con la ayuda de elementales y magos que le ayudarán en su búsqueda, en la que se adentrará en territorios inhóspitos y trabará amistad con criaturas fantásticas.

 Una cosa que me ha chocado un poco es la facilidad con la que Kain acepta su destino, confía demasiado pronto en lo que le dicen. No sé, a lo mejor era demasiado crédulo. La historia es un poco típica, la verdad, me recuerda mucho a una película que vi hace poco y a una mezcla de videojuegos a los que he jugado. Me hubiera gustado que el autor hubiese desarrollado algo más los personajes, los he encontrado un poco planos, con poca personalidad que los distinga. El vocabulario no es muy complicado de entender, así que el libro se lee muy bien, con mucha fluidez, ya que no aburre con detalles innecesarios.

Un detalle curioso: al leer este libro, me ha dado la impresión de leer una película. No me refiero a una película que ya exista, sino que parece que el libro fuera una película, no sé si me explico. Hay una abundancia de diálogo, pero faltan descripciones, como si el autor ya diera por sentado que sabemos como son las cosas.

 El final es un poco previsible, en general, todos los sucesos del libro lo son.

 En fin, si os gustan los libros de aventuras y magia, de amor y amistad, de la lucha entre el bien y el mal y, por encima de todo, que sean sencillos de leer, este es vuestro libro.




Agradecimientos a Ediciones Atlantis por el ejemplar.

viernes, 3 de febrero de 2012

Reseña "Alexandria.0"


Autor: Manuel Valera
Editorial: Ediciones Evohé
Páginas: 207
Cubierta: Rústica con solapas
ISBN: 978-84-939134-5-8
Sinopsis: El rastro de la momia de Alejandro Magno se perdió hace siglos, pero su búsqueda obsesiona a Blanca Gallego, convencida de que será capaz de hallar la que ella considera la reliquia más preciada de la Historia. Los Padres brindarán ayuda a Blanca, quizá porque saben que el verdadero tesoro es ella, la única persona con el don de volver a pasear por la Alejandría de la mítica biblioteca. Y entre los rollos perdidos de los estantes alejandrinos, el último secreto, la gran tentación: la que compartirán casi todos los lectores de esta novela. Blanca Gallego se aleja de nosotros y entra en la niebla de Los padres, dejándonos un difuso rastro entre gintonics, notas nombradas con el alfabeto griego, proyecciones fantasmagóricas, muerte y mentiras. No perderse en ese juego de espejos y encontrar la verdad que se revela tan solo a quienes no sucumben a sí mismos, la misión de Alexandria.0.

Mi opinión: Blanca Gallego ha desparecido sin dejar rastro. El protagonista sólo tiene como guía una serie de archivos almacenados en pen-drives y escondidos en recónditos lugares, a cada cual más rebuscado. Intuye que Blanca está metida en algo gordo, una empresa dispuesta a recuperar los antiguos escritos perdidos de la biblioteca de Alejandría.

 Este es una novela de temática histórica, pero que transcurre en el tiempo presente. La historia desencadena una serie de misterios y sospechas que te mantienen enganchado hasta el final. El autor ha sabido captar la atención del lector con un ritmo bastante ligero y gran cantidad de sucesos inesperados. Los personajes son muy sencillos, aunque con gran personalidad, y utilizan un lenguaje coloquial y no muy enrevesado.

 Una de las cosas que me ha gustado son las alusiones históricas en la historia; cuentan lo justo para ubicarte en la novela sin aburrir con detalles innecesarios. Esto me ha sorprendido bastante, pues la mayoría de novelas de este tipo que he leído añaden demasiados detalles a los contenidos históricos y la novela acaba pareciendo un libro de texto del instituto. También me ha gustado mucho la mezcla en un solo tiempo de monumentos que coinciden en su importancia para la humanidad, pero no en el tiempo en el que fueron construidos.

 Si os gustan las novelas que enganchan hasta el final y que te mantienen en tensión hasta la última página, este es vuestro libro.



Agradecimientos a Ediciones Evohé por el ejemplar.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Relato "Comesueños"

Angustia. Dolor. Miedo… Un olor. Olor a sangre, el olor de la muerte…

 No tengo ni idea de dónde me encuentro. Estoy sentada en la hierba de lo que parece un claro de un bosque envuelto en tinieblas. Por más que miro a mi alrededor, sólo veo árboles. Miro hacia arriba, pero no puedo vislumbrar el cielo. Las oscuras ramas de los árboles lo cubren todo, aunque intuyo que es de noche por la oscuridad que me rodea. Noto las piernas entumecidas, así que decido incorporarme. Tengo húmeda la parte trasera de mis pantalones debido al rocío de la hierba. Me adentro en el bosque a tientas; parece que según voy avanzando las ramas de los árboles se alargan hacia mí como tenebrosos brazos. Está demasiado oscuro, apenas veo nada. Voy tanteando con las manos los rugosos troncos de los árboles. Rozo sin querer una corteza dentada y comienzo a sentir un dolor punzante en la palma de la mano. “Mierda”, mascullo. Me he cortado. No puedo ver la longitud del corte debido a la oscuridad, pero sí puedo sentir el olor metálico de la sangre que gotea por mi mano. Oigo un ruido de hojas siendo aplastadas y miro hacia atrás. No sé por qué tengo la sensación de que algo me observa. Un escalofrío recorre mi espina dorsal, puedo sentir sus ojos clavados en mí. Inquieta, comienzo a caminar más deprisa, todo lo que me permite mi limitada visión. Siento que me está persiguiendo, pero por el momento no consigo oír nada. De repente, un chillido aterrador rasga el silencio de la noche. Asustada, comienzo a correr. Las ramas de los árboles se me enredan en el pelo y, como afiladas cuchillas, rasgan la tela de mis vaqueros y mi camiseta. ¡Eh, que era mi conjunto preferido!
No es tiempo de pensar en eso, tengo que escapar como sea.

Ahora sí puedo oírlo, sus pisadas en la hierba. Miro hacia atrás un instante, pero sólo consigo vislumbrar un par de ojos inyectados en sangre. Se está acercando a mí, puedo notar su aliento en mi nuca. Ordeno a mis piernas que sigan corriendo, no puedo parar. No sé qué pasaría si eso me atrapase; tampoco estoy dispuesta a quedarme para averiguarlo.

Justo cuando las fuerzas empiezan a fallarme, los árboles se dispersan y salgo a campo abierto. Eso ha dejado de perseguirme, puedo oír su aullido de frustración. Al parecer no puede salir del bosque. En otras circunstancias me habría burlado o habría hecho algún comentario gracioso, pero estoy demasiado asustada para atreverme a hacerlo. Mi respiración sigue agitada. Me doblo un poco hacia delante, apoyando las manos en mis rodillas, cierro los ojos y respiro hondo, hasta que mi respiración se normaliza. Cuento hasta diez y abro los ojos.

Me decido a avanzar por la árida llanura salpicada por algún matojo de hierbas secas. Dirijo la vista hacia el cielo nocturno, hay luna llena, pero no me produce tranquilidad alguna. Juraría que los cráteres son distintos a los de la Luna que yo conozco, aunque no puedo afirmarlo con seguridad, nunca se me dio demasiado bien la astronomía.

Tengo que averiguar de una vez por todas dónde estoy, y cómo he llegado a este extraño lugar. ¿Quizás estoy soñando? Cierro los ojos y me pellizco el puente de la nariz, como hacen en las películas. Cuando abro los ojos, sigo viendo la misma triste llanura.

Vislumbro a lo lejos un pequeño conjunto de casas. Hay algunas luces encendidas y una de las chimeneas expulsa una columna de humo. Una chispa de esperanza se enciende en mi interior. A lo mejor la gente que vive allí puede decirme dónde estoy. Las alarmas de mi subconsciente me alertan: si había algo en el bosque dispuesto, en el mejor de los casos, a acabar conmigo; ¿cómo puedo saber si los inquilinos de esas casas no serán algo peor? Podría ser cierto…o no. Por el momento son mi única esperanza, así que me dirijo hacia el pequeño pueblo.



Me gustaría poder ver en un espejo la cara de tonta que se me ha quedado al llegar allí. Las casas aparentemente habitadas que había visto a lo lejos…no están por ninguna parte. En su lugar hay un puñado de casas semiderruidas; muchas de ellas parecen estar a punto de derrumbarse. Genial, he depositado mis esperanzas en un espejismo. Parece ser que estoy en lo que llaman “pueblo fantasma”. Avanzo un poco por las calles, observando todo a mi alrededor. Me sobresalto al ver por el rabillo del ojo un movimiento a mi derecha, pero sólo se trata de una mugrienta cortina rasgada que se ha movido debido a una ráfaga de viento. En sus buenos tiempos debería de haber sido blanca. “Un momento”, me digo a mí misma, obligándome a parar. Desde que he llegado al pueblo no he notado ni una brizna de viento, ni una pequeña brisa, nada. Es más, esto está envuelto en un silencio que podría cortarse con un cuchillo. Entonces… ¿cómo ha podido moverse la cortina? Este lugar comienza a darme mala espina.

De repente, una tenue melodía invade mis oídos. En otra ocasión la habría considerado preciosa, pero ahora lo único que consigue es añadir una atmósfera más inquietante al lugar. Parece venir de un pequeño local que en sus buenos tiempos podría haber sido un bar, o más bien una taberna. Algo me dice que no me acerque ni un paso más, pero soy de naturaleza curiosa, siempre lo he sido, así que la curiosidad se impone sobre mi sentido común y me acerco al edificio.

En la fachada principal hay una puerta de entrada similar a las que salen en los bares de las películas de cowboys que le gusta ver a mi abuelo. Los cristales de las ventanas están hechos añicos y los pocos que quedan intactos parecen no haber sido limpiados en varios años.

Ahora sí puedo oír la música con claridad, estoy segurísima de que viene de ahí dentro. Con paso un poco titubeante me adentro en el local. Las bisagras de la doble puerta chirrían a mi paso. El interior se halla en vuelto en penumbras, pero puedo distinguir bien las siluetas de los objetos. Está completamente en ruinas, parece que hubiera pasado un ciclón por aquí dentro: mesas y sillas rotas, volcadas, botellas por el suelo, trozos de cristal… En una de las paredes hay un retrato rodeado por un bonito marco de flores. Mis pasos hacen crujir la madera del suelo cuando me acerco para verlo mejor.

Una muchacha de entre diez y doce años me devuelve la mirada. No, corrijo, me taladra con la mirada. Su pelo, negro como el carbón más puro, contrasta notablemente con la palidez de su rostro, y sus ojos… sus ojos son como dos pozos sin fondo en los que no me gustaría caer. El retrato tiene algo que me inquieta, pero no consigo distinguir el qué. En la esquina inferior derecha hay un nombre escrito; acerco la cara para poder leerlo.



MAEVE

La caligrafía parece la de una niña pequeña. Podría ser el nombre de la chica del retrato, no lo sé. Primero quiero averiguar de dónde sale la música.

No tengo que ir muy lejos para averiguarlo, a mi espalda, apoyado en la pared opuesta a la del retrato, se halla el artífice de tan extraña melodía: un pequeño piano desvencijado. Lo más curioso es que sus teclas se mueven solas, pulsadas por una mano invisible. Mi subconsciente me grita que huya de allí, que no me acerque ni un solo paso más, pero desobedezco sus indicaciones y me aproximo al instrumento para verlo mejor.

De repente, una risita malévola a mi espalda me sobresalta y me hace mirar hacia atrás. Para mi sorpresa, el retrato de la niña ha desaparecido. No puedo más, esto me supera. Seguro que estoy siendo víctima de alguna broma pesada. Miro a mi alrededor buscando algún tipo de cámara oculta. Nada. Vuelvo a oír otra vez la risa, pero esta vez también susurra mi nombre “Chantal…Chantal…”. El piano ha dejado de sonar. Salgo corriendo del local y me asomo justo a tiempo para ver a una sombra escabulléndose hacia la parte trasera del edificio. La sigo con paso ligero por una calle oscura que desemboca… en un cementerio. Las lápidas están colocadas sin seguir ningún tipo de orden, por lo que en algunas zonas se hallan apiñadas y en otras apenas hay. En el centro de todo, hay una estatua de un ángel. Su rostro, de una belleza sobrehumana, está congelado en un rictus de dolor.

Alrededor de la estatua se enroscan los tallos de un rosal. Qué extraño, sus rosas son de color negro. Algo me atrae hacia ellas. Incapaz de resistirme a su encanto, me acerco y rozo con los dedos la aterciopelada superficie de una de las rosas. De repente, como si de un tentáculo se tratase, uno de los tallos espinosos aprisiona mi tobillo y me hace caer al suelo. Otros tres tallos me agarran las muñecas y el otro tobillo. Sus espinas atraviesan mi piel, produciéndome un enorme dolor. La sangre mana de las heridas abiertas. Me retuerzo intentando liberarme de mis ataduras, pero sólo consigo que las espinas se claven más en mi piel.

Oigo otra vez la risita. Una figura se acerca a mí. Su rostro me resulta familiar…claro, es la niña del retrato. Va ataviada con un vestido color escarlata como el que llevaban las doncellas de la Edad Media. Su pelo está recogido en la nuca en forma de un intricado moño y lleva las manos enfundadas en unos guantes de rejilla con los dedos al descubierto. Sus uñas están pintadas de negro. Clava sus ojos en mí y siento cómo se introduce en mi mente, hurgando en mis recuerdos. Lucho por permanecer consciente. “¿Quién eres…?”, consigo murmurar a duras penas. La niña suelta una risita espeluznante: “Yo soy Maeve”. Alarga la mano hacia una de las rosas negras, la coge con delicadeza y la acerca a mi nariz. Tiene un olor muy dulzón y penetrante. La vista se me nubla y las fuerzas comienzan a abandonarme. Me mantengo consciente el tiempo justo para ver cómo las dulces facciones de la niña se transforman dando lugar a una cara de belleza sobrehumana y letal, como la cara del ángel de la estatua. Me parece entrever una hilera de dientes afilados entre sus labios. Luego, mi cabeza cae inerte hacia un lado mientras todo se vuelve negro.



Tan sólo queda un olor: sangre… El olor de la muerte.





*                      *                      *





Las paredes color carmesí de la habitación estaban decoradas con todo tipo de crucifijos, imágenes de vampiros y recortes de revistas de Halloween. En las estanterías se podían apreciar todo tipo de novelas góticas. En el centro de la habitación, tendida sobre una cama de sábanas negras, se hallaba una muchacha de tez pálida; probablemente la dueña de la habitación. Sus ojos estaban cerrados. A un lado de la cama se encontraban sus padres, que la observaban con la preocupación pintada en el rostro mientras un hombre la tomaba el pulso.

-¿Ha averiguado qué le ocurre a mi hija, doctor? –preguntó la madre con ojos llorosos. El médico negó con la cabeza.

-No me había encontrado con nada parecido en toda mi carrera como médico.

-¿Y no sabe cuándo despertará?

-No podemos saberlo –salió de la habitación cabizbajo-. No podemos saberlo…

La mujer se echó a llorar, mientras su marido la agarraba por el brazo y la ayudaba a salir de la habitación. Cerró la puerta tras ellos dejando la habitación a oscuras.

De repente, los grisáceos ojos de la joven se abrieron. Se incorporó lentamente, observándolo todo a su alrededor. Ella no necesitaba luz para ver. Esbozó una sonrisa aterradora. Su vestimenta comenzó a cambiar, dando lugar a un espléndido vestido carmesí. Sus labios se colorearon de rojo. Soltó una risita espeluznante que dejó al descubierto una hilera de afilados dientes. Con una inusitada agilidad se encaramó a la ventana abierta y saltó al exterior, fundiéndose con las sombras de la noche.