Autor: Bram Stoker
Editorial: Alianza Editorial
Páginas: 575
ISBN: 978-84-206-8741-4
Encuadernación: Rústica con solapas
Sinopsis: Leyenda llevada al cine en numerosas
versiones y secuelas, Drácula es una novela que sintetiza de forma inigualable
varias de las más profundas pulsiones del ser humano –la vida, la muerte, la
sexualidad- en sus más diversas y ambiguas manifestaciones, como el bien y el
mal, la luz y las tinieblas, la entrega no deseada pero irresistible, para
alumbrar finalmente un relato fascinante que es un clásico indiscutible de la
literatura de terror.
Mi opinión: Ya era hora de que esta reseña
apareciese por el blog. Soy una fanática total y absoluta de Drácula, bueno, en
general, las novelas del siglo XIX de autores ingleses y americanos me fascinan
(y si son en inglés, mejor todavía).
Drácula no fue la primera novela de género vampírico, pero se
ha convertido en todo un icono para los amantes de las buenas novelas de
vampiros (digo buenas y lo subrayo, muchos saben por qué…). No sé yo, con los
tiempos que corren, con la literatura juvenil en auge y esos libros de vampiros
tan mediocres, si se volverá a escribir otra genialidad como esta en mucho
tiempo.
Una peculiaridad de este libro es que no tiene un narrador,
es una recopilación de los diarios de los personajes, que van contando los
hechos desde su punto de vista, que en ocasiones intenta ser objetivo, como
indica Mina, pero acaba escondiendo opiniones muy subjetivas. El vocabulario es
bastante refinado, propio del siglo XIX y que se acentúa con la famosa cortesía
inglesa (la mayoría de los personajes que escriben en los diarios son ingleses),
de buenos modales, característica de la Inglaterra victoriana. También se
incluye la correspondencia que mantienen los personajes durante el periodo de
tiempo que describe la novela.
La historia, de tintes oscuros, resulta intrigante hasta la
saciedad. Al ser los personajes los que van desgranando los sucesos de la
novela, podemos conocer mejor sus miedos, sus angustias, sus alegrías, sus
sentimientos en general, por lo que podemos empatizar mejor con ellos. También
podremos leer los mismos sucesos narrados desde puntos de vista diferentes.
Los personajes son todos fascinantes, pero me quedo con Mina
Murray (luego Harker) y Abraham Van Helsing, ahora me explico. Mina no es el
típico personaje femenino que aparece ahora en las novelas de vampiros, que no
sabe ni atarse los cordones de los zapatos, sino que a pesar de encontrarse en
una época en la que a las mujeres no se les daba demasiada importancia todavía,
es fuerte, con una gran voluntad, que sabe sobreponerse a las adversidades y,
ante todo, que sabe hacerse oír, respetar y querer por las presencias
masculinas que la acompañan durante toda la novela. Con Abraham Van Helsing me
quedo por sus excentricidades y por las adaptaciones posteriores que se
hicieron de este personaje, en especial la del manga y anime Hellsing, en el
cual el personaje Alexander Anderson, un sacerdote cazavampiros perteneciente a
la Sección XIII del Vaticano, es la viva imagen del Van Helsing interpretado
Edward Van Sloan (si no recuerdo mal).
Otro personaje que me gustaría destacar, por la evolución que
experimenta a lo largo de la novela, es el lunático Renfield. Su
comportamiento, sus cambios de humor continuos y esa extraña afición por criar
moscas, arañas y pajaritos lo hacen un personaje muy intrigante al principio de
la novela.
Y qué decir de la criatura alrededor de la cual gira toda la
historia: el conde Drácula, uno de los vampiros más famosos de la literatura.
El personaje que ha inspirado tantas películas y novelas (me estoy emocionando…
snif…). Una criatura que no se enamora de sus víctimas, sino que las seduce,
llevándolas a su juego de sangre y muerte. Un vampiro tradicional con todas las
letras, que necesita la tierra de su morada para vivir en otro lado, que no
puede entrar en un lugar sin ser invitado, que puede desplazarse con la niebla
y que controla a las criaturas nocturnas. Un vampiro que no brilla con la luz
del sol como una luciérnaga (ahí lo dejo caer…).
Yo creo que lo que más me gusta de Drácula como novela, es el
procedimiento que siguen los personajes para intentar acabar con él:
crucifijos, ajo, hostias consagradas, santificación y purificación, todos
estrechamente relacionados con la religión, cosa que ya no se ve en las novelas
de hoy en día, esa presencia aplastante de la religión, que estaba presente en
todos los aspectos de la vida anteriormente.
En conclusión (que ya me enrollo mucho y me emociono), esta
es una novela que no puede faltar a los amantes de los vampiros de toda la
vida, así como a los fanáticos del género de terror y las novelas del siglo
XIX.