Sabía que te encontraría aquí.
Agazapada en una esquina, como gato asustado, tiritando… ¿Es frío o es miedo? Alzas
tu hermoso rostro, pálido como la luna y escondido tras irregulares nubarrones
de pecas. Un brillo salvaje en la mirada: ¿Es locura o es temor?
¿Tienes miedo de mí, ojos de
gato? Una botella de whisky barato rueda hasta quedar a mis pies. Has bebido demasiado
y no te acuerdas de mí. Ni siquiera te acuerdas de ti misma.
Eras escurridiza como una
anguila, pero yo te seguía, y mi corazón brincaba de alegría cada vez que me
dedicabas unos segundos de tu hermoso tiempo. Esas interminables noches en las
calles de París, donde tú, bailarina de los sueños, encandilabas a cualquier
hombre; un atisbo de sonrisa, un leve pestañeo y todos caían rendidos a tus
pies. Pero tú hacías como que no te dabas cuenta y seguías hablando conmigo,
haciéndome sentir dichoso por tenerte cerca de mí.
Niña curiosa, tu cantarina risa
alejaba el dolor de mi cuerpo y mitigaba la melancolía de mi alma. Tu luz
deslumbraba todo a tu alrededor, aunque tú nunca quisiste verla. Tenías miedo
de tu rostro, de verte reflejada en la superficie de la cucharilla del café.
Sentías pánico de los espejos, de ver a tu copia perfecta al otro lado del
cristal. ¿Es que acaso esperabas encontrar otra cosa aparte de la doble
perfección? Dime… ¿qué pasa por tu mente ahora?
Un rápido movimiento me hace desviar
la mirada hacia tus manos, que sujetan algo oscuro y metálico: una pistola. Tu
mirada se vacía de repente y alzas el arma con ambas manos, apuntándome, aunque
mirando más allá de mi persona, atravesando la oscuridad que se cierne sobre
nosotros. Dime… ¿qué piensas?
No considero la posibilidad de
apartarme o huir, el mejor fin para mi existencia es aquel en el que te veo a
ti. Ah, mírame, contagiado de tu locura, paralizado ante el ineludible destino.
¿Por qué no me miras? Tus dedos acarician el gatillo y tu mirada sigue fija,
impidiéndome disfrutar de la perdición en el color de tus ojos. En ese caso,
cerraré yo los míos, dispuesto a aceptar lo inevitable.
El sonido de un disparo retumba
en mis oídos, al mismo tiempo que se escucha un ruido de cristales rotos. Abro
los ojos asombrado y me giro para ver, con sorpresa, el antiguo espejo hecho
añicos. Un pequeño fragmento reluciente sobrevive agarrado al marco. Reflejado
en él, puedo atisbar la blancura de tu rostro sonriente, transformado por la
locura y la embriaguez. Y ese destello en tus ojos, la indómita mirada ha
regresado.
Ah, nunca podrás soportar la
existencia de otra como tú.
Tienes un manejo excepcional de la palabra. Me cautiva especialmente cómo vas hilando un relato para que todo cobre sentido justo al final y deje esa sensación tan curiosa en el cuerpo. Simplemente fantástico, sigue así
ResponderEliminarMuchísimas gracias por el comentario :3
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